Hace muy poco la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti, volvió a poner sobre la mesa la iniciativa del gobierno respecto a la edad de imputabilidad. La misma apunta a bajar dicho parámetro hasta los 14 años, es decir, considerar totalmente responsable y consciente de sus actos, y sus respectivas consecuencias, a menores que aún no alcanzan la plena adolescencia.

¿Cuál es el trasfondo de la cuestión?

El gobierno se encuentra en el ojo de la tormenta debido a los últimos casos de inseguridad que se hicieron mediáticos. Como consecuencia del reclamo popular, debe actuar pronto para calmar a las masas. La solución que plantea, no debe sorprendernos, es cortoplacista y carente de un análisis social.

No se tienen en cuenta las causas que empujan al menor a cometer un acto delictivo,como pueden ser el abandono total del estado hacia la juventud pobre, la falta de políticas sociales que les permitan acceder a un sistema de salud eficiente, a una educación de calidad, ni hablar de una vivienda digna.

No obstante, muchas de estas premisas son parte de los derechos generales de las niñas, niños y adolescentes, derechos que la mayoría de los que viven sumidos en la pobreza jamás alcanzan a gozar.

Es un asunto dicotómico para nuestro país, ya que por un lado UNICEF entiende como sujeto de derechos a las niñas, niños y adolescentes, englobando en esta categoría a todos los menores de 18 años, pero por el otro lado se busca juzgar y encarcelar a un menor que comete un acto delictivo con la misma dureza con que se juzga a un mayor de edad.

No se plantea una reforma del régimen penal actual que apunte, por ejemplo, a mejorar las condiciones sanitarias en que viven los presos, ni se buscan implementar programas de capacitación laboral que les permitan reinsertarse en la sociedad al cumplir su condena.

El sistema penitenciario sigue siendo deficiente y, muy lejos de «reformar» a quienes caen allí por primera vez, termina por generar delincuentes aún más peligrosos, llenos de resentimiento social y listos para volver a delinquir en cuanto la oportunidad aparezca, consecuencia de los maltratos recibidos diariamente y de un sistema judicial por igual deficiente, que brinda libertad condicional y reduce penas a miles de presos.

No nos dejemos engañar

No compremos el cuento que nos venden, no dejemos que jueguen con la desesperación de las víctimas, que es real y completamente entendible, no permitamos que los ricos sigan haciéndole creer a la clase media que la culpa de todos los males sociales, de todos los problemas de inseguridad, es de la gente pobre.

La solución no es la mano dura, no es la baja de la edad de imputabilidad, como tampoco lo es aumentar la cantidad de policías en las calles. Las soluciones cortoplacistas raramente funcionan, aún en el corto plazo.

Es claro que deben cambiarse cuestiones estructurales de nuestra sociedad, realizar un reparto justo de la riqueza y brindar igualdad de oportunidades a los ciudadanos, si se buscan generar cambios reales y evitar un alza en las tasas de inseguridad, sobre todo de aquellas que tiene como protagonistas a los menores de edad.

Debemos dejar la ceguera que genera el odio y la hipocresía de lado, y cuestionarnos cuántos de esos chicos que salen a robar, poniendo su vida y su libertad en juego, lo hacen por libre albedrío y cuántos lo hacen porque no conciben otra manera de procurarse los medios para subsistir.

Ningún pibe nace chorro, es la sociedad quien los moldea para que así resulten.

Carol Cortázar.-