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El regreso de la Soberanía

El conflicto bélico en Ucrania exterioriza profundos cambios en el tablero global. Por Jorge Elbaum

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La intervención militar de la Federación Rusa en Ucrania es la expresión de un cambio de época. Durante las últimas cinco décadas se impuso un modelo de financiarización de la economía global que redujo las autonomías nacionales y benefició a los centros especulativos internacionales ubicados prioritariamente en Estados Unidos y Europa.

La guerra encarna la suma de tensiones que se catalizaron a partir de la crisis de 2008, cuando el discurso neoliberal empezó a ser cuestionado por la combinación de la precarización laboral y la deslocalización de la producción material, trasladada al sudeste asiático.

El enfrentamiento en territorio ucraniano expresa algo más que la réplica de Rusia al cerco otantista ampliado de forma sistemática desde la implosión de la Unión Soviética. Enuncia la contradicción estructural de la época: la restauración de las soberanías nacionales o la continuidad del modelo de reglas impuestas por las corporaciones trasnacionales, espoleadas por el unipolarismo del Departamento de Estado.

La intervención militar rusa se acerca a su tercer mes de combate. Frente a los sucesos bélicos se han dispuesto tres posicionamientos diferentes. En primer término los atlantistas, que buscan extender el conflicto el máximo tiempo posible, con la pretensión de desgastar a las fuerzas armadas de Moscú, debilitarlas en su frente interno, desacreditarlas frente al resto del mundo y resquebrajar el frente interno de Vladimir Putin. Un segundo posicionamiento hace malabarismos para no alinearse. El tercer grupo –que suscribe la configuración de una nueva arquitectura internacional basada en soberanías cooperantes– ha decidido apoyar tácitamente a Rusia al no sumarse a las sanciones exigidas por la OTAN.

El primer colectivo está liderado por Washington, que promueve el envío de armamento y de mercenarios al teatro de operaciones. En la última semana, la Cámara de Representantes convalidó un pedido de Joe Biden de financiamiento de 40.000 millones de dólares para Kiev. La propuesta se encuentra en debate dentro del Senado al recibir cuestionamientos por parte de legisladores republicanos.

La justificación del auxilio incluye los argumentos aportados durante los últimos años por la Research And Development Corporation (Corporación RAND), uno de los think tanks más influyentes en Washington, encargado de orientar las políticas hacia Moscú y Beijing. Una de las sugerencias más reiteradas por los analistas de RAND sugiere la necesidad de quebrar en forma permanente el vínculo de Rusia con Europa Occidental, para evitar la conformación de un polo geoestratégico que articule Eurasia, dejando fuera de foco a Estados Unidos. Para cumplimentar esos objetivos se propone, además, el incentivo de acciones separatistas al interior de China y Rusia, y el estímulo de los conflictos regionales en las zonas de influencia de ambos Estados.

El segundo colectivo lo componen los países que se encuentran expectantes, que se niegan a tomar posiciones definitivas en relación al conflicto, y aquellos que comprenden –sin enunciarlas– las razones de Moscú para garantizar su seguridad. Francia, a pesar de sumarse en forma moderada a las sanciones contra Moscú, desconfía de la política de instigación bélica impulsada por el Departamento de Estado.

Las diferencias al interior de la Unión Europea han quedado expuestas en el conflicto entre París y Varsovia, motivado por acusaciones discriminatorias contra el Presidente Andrzej Duda –sucedidas a principios de abril– y por la negativa de Hungría a sumarse a diversas sanciones contra Rusia. Los debates actuales llevaron además a que Suiza se decidiera a desbloquear una parte de los activos rusos congelados por pedido de Washington. La última semana, los bancos helvéticos liberaron 3.400 millones de francos suizos de propiedad rusa, que habían sido retenidos desde el inicio de la intervención militar.

El probable fracaso de las sanciones a Moscú también aparece como un tema de debate entre los socios atlantistas: los ingresos petroleros de Rusia aumentaron un 50% en 2022 respecto al año anterior, según los informes divulgados por la Agencia Internacional de Energía (AIE). Este incremento le permitió a la Federación Rusa embolsar 20.000 millones de dólares al mes por las ventas de petróleo, un monto que se justifica por la diversificación de las ventas y los descuentos otorgados a nuevos compradores.

Gran parte de los barriles de crudo que Rusia dejó de exportar a Europa se están derivando al sudeste asiático. El comercio entre Moscú y Beijing ascendió a casi 51.000 millones de dólares (343.870 millones de yuanes) en los primeros cuatro meses del año 2022, exhibiendo un incremento del 25% respecto al mismo periodo del año anterior. Las exportaciones de China a Rusia crecieron un 11% y las ventas de Moscú a Beijing sumaron un aumento del 38%.

Por Jorge Elbaum

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